Siempre me ha gustado proponerme retos y creo que nunca he contado en este blog una anécdota sobre uno que me puse en 2005. Quería conseguir entrevistar a Diego Armando Maradona, quién meses atrás se había sometido a una operación de reducción de estómago. Tras un tiempo de decadencia, el ex futbolista argentino parecía que comenzaba a ir hacia arriba en lo personal, especialmente en cuanto a su salud.
El primer paso era intentar localizarlo. El segundo, aún más difícil, convencerlo de que me concediera la entrevista. Me costó poco contactar con una de sus manos derechas pero esa persona me dijo que Maradona le había apartado de su vida meses atrás (en su etapa decadente), tal vez porque le decía lo que el ex jugador no quería oír aunque le hubiese ido mejor escuchando esos consejos.
Tuve que pensar en un plan B, así que conseguí el teléfono de donde estaba Diego alojado, una especie de bungalow de un centro de salud en Cuba. Durantes tres o cuatro días, todas mis llamadas eran contestadas por el mayordomo-cocinero, quién con su acento cubano me ponía mil excusas (está jugando al golf, está dormido, está en la ducha, ...) hasta que con un contundente NO respondió a una pregunta directa que le hice:
-Para ahorrarnos molestias, tiempo y excusas, llame a la hora que yo llame, usted nunca me va a pasar a Diego, ¿verdad?
Tocaba poner en marcha un plan C. Conseguí el número del teléfono móvil del que era su nueva mano derecha; desconozco si este ex futbolista, del que no desvelaré su nombre, le sigue llevando sus asuntos, pero por el bien de Maradona no debería. Después de que yo le expusiera mi objetivo, él me pregunta la cantidad de dinero que ofrezco. Yo le preciso que ni yo ni mi empresa pagamos por una entrevista.
Sin tiempo para asimilar mi decepción por no conseguir mi reto, él me insiste que hay otra fórmula. Entonces sucede la anécdota que quiero relataros y que me deja sorprendido. Su mano derecha me dice que si no quiero dar plata, también puedo enviarles ¡lavadoras y otros electrodomésticos! a Cuba. Yo le repito que no ofrezco nada y ahí se queda el asunto. Meses después, en una visita de un Maradona muy recuperado a España, hice el último intento. Después de no poder acercarme a su séquito en un restaurante argentino cercano al Bernabeu (por cierto, con decenas de personas esperándole fuera), logré conversar con ese ex futbolista que le llevaba los asuntos en el hotel donde se alojaban. Intenté convencerle de que me ayudase a hacerle una pequeña entrevista pero el requisito del dinero o los electrodomésticos era igualmente necesario también para una charla cara a cara.
Maradona fue un futbolista brillante, posiblemente no tan grandioso como le quieren mitificar, pero fuera del césped dejó mucho que desear (en parte por las personas que han ido formando su entorno). Espero que le vaya bien como seleccionador aunque creo que ocupa ese cargo únicamente por su nombre. Como aficionado, he separado las facetas deportista-persona: conservo una camiseta suya del Sevilla que me dedicó personalmente, así como recuerdos en mi mente de sus maravillas con un balón. Como periodista, podría decir que he estado 'a unas lavadoras' de poder entrevistarlo.
El primer paso era intentar localizarlo. El segundo, aún más difícil, convencerlo de que me concediera la entrevista. Me costó poco contactar con una de sus manos derechas pero esa persona me dijo que Maradona le había apartado de su vida meses atrás (en su etapa decadente), tal vez porque le decía lo que el ex jugador no quería oír aunque le hubiese ido mejor escuchando esos consejos.
Tuve que pensar en un plan B, así que conseguí el teléfono de donde estaba Diego alojado, una especie de bungalow de un centro de salud en Cuba. Durantes tres o cuatro días, todas mis llamadas eran contestadas por el mayordomo-cocinero, quién con su acento cubano me ponía mil excusas (está jugando al golf, está dormido, está en la ducha, ...) hasta que con un contundente NO respondió a una pregunta directa que le hice:
-Para ahorrarnos molestias, tiempo y excusas, llame a la hora que yo llame, usted nunca me va a pasar a Diego, ¿verdad?
Tocaba poner en marcha un plan C. Conseguí el número del teléfono móvil del que era su nueva mano derecha; desconozco si este ex futbolista, del que no desvelaré su nombre, le sigue llevando sus asuntos, pero por el bien de Maradona no debería. Después de que yo le expusiera mi objetivo, él me pregunta la cantidad de dinero que ofrezco. Yo le preciso que ni yo ni mi empresa pagamos por una entrevista.
Sin tiempo para asimilar mi decepción por no conseguir mi reto, él me insiste que hay otra fórmula. Entonces sucede la anécdota que quiero relataros y que me deja sorprendido. Su mano derecha me dice que si no quiero dar plata, también puedo enviarles ¡lavadoras y otros electrodomésticos! a Cuba. Yo le repito que no ofrezco nada y ahí se queda el asunto. Meses después, en una visita de un Maradona muy recuperado a España, hice el último intento. Después de no poder acercarme a su séquito en un restaurante argentino cercano al Bernabeu (por cierto, con decenas de personas esperándole fuera), logré conversar con ese ex futbolista que le llevaba los asuntos en el hotel donde se alojaban. Intenté convencerle de que me ayudase a hacerle una pequeña entrevista pero el requisito del dinero o los electrodomésticos era igualmente necesario también para una charla cara a cara.
Maradona fue un futbolista brillante, posiblemente no tan grandioso como le quieren mitificar, pero fuera del césped dejó mucho que desear (en parte por las personas que han ido formando su entorno). Espero que le vaya bien como seleccionador aunque creo que ocupa ese cargo únicamente por su nombre. Como aficionado, he separado las facetas deportista-persona: conservo una camiseta suya del Sevilla que me dedicó personalmente, así como recuerdos en mi mente de sus maravillas con un balón. Como periodista, podría decir que he estado 'a unas lavadoras' de poder entrevistarlo.