---Colaboración con www.gijonsport.es
Hay dos partidos dentro de un
mismo encuentro de fútbol: el que se ve por televisión y el que se presencia in situ. Por este obvio motivo,
cualquier seguimiento de una buena secretaría técnica a un jugador debe incluir
verlo en acción varias veces desde la grada. Y por idéntica razón está en
desventaja un ‘exiliado’ sportinguista que, por desgracia, únicamente puede ver
al equipo rojiblanco en un estadio 3-4 partidos por temporada.
El pasado sábado tuve una de esas
contadas citas en Valdebebas. Allí, aparte de comprobar una vez más lo valiosa
que es la ‘Mareona’, pude captar detalles que se me hubieran escapado desde el
sofá de mi casa: el despliegue físico de Canella, que vuelve a ser el de sus
mejores tardes; la aportación de Lekic, más importante de lo que presuponía
desde el televisor; o los galones de Iván Hernández (entre los intangibles que
aporta alguien con su peso en el vestuario, un ejemplo: mientras la afición y
los jugadores celebraban el gol de Scepovic, el capitán tardó escasos segundos
en comunicar por gestos al banquillo la necesidad de dejar a un solo delantero
arriba).
Pero, sobre todo, ver el partido in situ me permitió observar con
satisfacción la exhibición de Sergio Álvarez. Si por televisión uno ya se da
cuenta de la progresión del avilesino, es un lujo haber podido seguirle también
cuando el esférico se encontraba lejos de su radar. Siempre estaba en su sitio,
siempre acudía en el momento justo a las ayudas, ponía la pausa en situaciones
en las que los latidos sportinguistas se desbocaban, siempre encontraba un
compañero en el laberinto de piernas madridistas, y no se cansaba de correr
–con criterio- y de robar balones. Y los que sentimos debilidad futbolística
por él desde hace años sonreímos al pensar que lo mejor de todo es que aún
tiene margen para seguir creciendo.