20 abril 2006

Desde fuera del área (IV)

El cuarto artículo de la sección 'Desde fuera del área' (colaboraciones ajenas al editor de este blog) es un relato de las vivencias de un seguidor del Zaragoza en la final de la Copa del Rey. Es una pena que a una buena persona como mi amigo Josep Maria le estropeen un partido así la gente que todos sabemos. Como te prometí, aquí está tu artículo.
*Vaya final pasé (por Txemari de 'Corazon de león')

Así es amigos. Resultado al margen, la verdad es que lo pasé fatal en el Santiago Bernabéu. Y todo por unos hechos lamentables que ahora mismo me dispongo a relataros. La cosa fue más o menos así: Entramos al campo sobre las 20:45 horas, el ambiente era fantástico y la final prometía mucho. Llegué a mi localidad, en la séptima fila, y desde allí pude comprobar la magnitud del estadio madridista. Me dió muy buena impresión por lo coqueto y bonito que es. No impresiona tanto cómo el Camp Nou de Barcelona, pero su majestuosidad y elegancia son evidentes. Lo único malo es que los asientos están muy juntos y se está un poco apretado.
Aproveché esos minutos previos antes del partido para hacer unas fotos del estadio, para ese reportaje gráfico que os prometí, y que más adelante podréis ver en otro artículo. Sobre las 21 horas saltó el Espanyol a calentar ante el rugir de su gente y los pitos de la afición zaragocista. Unos minutos más tarde compareció el equipo maño sobre el césped, y la situación fue a la inversa. Yo seguia haciendo fotos para mi blog.
Hasta el momento, el comportamiento de la gente era fenomenal, con cada aficionado en su localidad y esperando con ilusión que diera comienzo el encuentro. Se retiraron los dos equipos a sus respectivos vestuarios, y el gusanillo que recorría mi cuerpo crecía conforme se acercaba la hora de inicio del encuentro. Pero algo iba a alterar esa tranquilidad. Sobre las 21:25 aparecieron por las escaleras un grupo de radicales, que bajaron hasta la fila de delante mío, y que empezaron a sacar a la gente de sus asientos. Ya había follón, porque había algunos aficionados que no querian irse, pero que tuvieron que hacerlo a la fuerza. Esos radicales se colocaron de pie delante mío, y era muy complicado así poder ver el partido. Y cuando iba a sonar el himno nacional español, esos impresentables hicieron estallar unas bengalas muy cerca de mí.
Entonces la policía cargó contra todos, sin preguntar a nadie y a punto estuvieron de aporrearme. No me dieron de milagro, pero el susto y el miedo se instalaron en mí. Había gente tirada por el suelo, otros corriendo escaleras arriba y algunos pocos enzarzándose con la policía. La situación se calmó un poco, pero ya tuve que ver toda la primera parte de pie, aguantando empujones y golpes, y con un ojo pendiente de esos energúmenos. Casi no podía ver nada, porque tenía delante mío a unos monstrencos que me tapaban. Tenía que estar moviéndome para conseguir ver algo. Luego estaba el tío del megáfono que no paraba quieto, saltando de asiento en asiento. A un aficionado, en medio del tumulto, un radical le partió la boca. Y a su padre le aconsejaron que no dijera nada a la policía, porque podía ser peor.
Para más desgracia el Espanyol se fue a la caseta ganando, pero el partido ya me importaba bien poco, porque lo que estaba viviendo no me dejaba disfrutar. Al final de la primera parte, y en compañia de otros de mi peña, decidimos irnos más arriba a ver si podíamos ver el partido con tranquilidad. En las escaleras nos cruzamos con unos policías que bajaban a la zona de los radicales, para supongo yo, hablar con ellos y tratar de poner orden. Pero cómo nadie nos aseguraba que iba a pasar eso, y que no iba a haber más peleas, pues seguimos escaleras arriba.Llegamos al segundo piso, donde encontramos un rellano, desde donde se veía muy bien el campo. No nos importaba estar de pie, con tal de poder seguir la final con total tranquilidad.
Pero nada más comenzar la segunda mitad, se nos acercaron unos de seguridad y nos comentaron que ahí no podiamos estar, que se trataba de una zona de seguridad y que teníamos que volver a nuestra localidad. Yo les comenté lo que nos había sucedido, y que si podían reubicarnos. Pero ellos nos dijeron que todo estaba lleno, y nos repitieron que teníamos que volver a nuestro sitio.También nos comentaron que ya habían solucionado el tema de las bengalas, y con un poco de sorna nos soltaron que los que la habían liado eran de nuestro equipo. Y yo les dije: que tendrá que ver que sean de mi equipo, si no les conozco de nada y están tarados. Además, si es verdad que lo de las bengalas ya estaba solucionado, pero nadie me aseguraba que esos radicales no la iban a volver a liar. Así que les hicimos una propuesta a los de seguridad. Les pedimos que nos acompañaran a nuestra localidad, y nos garantizaran que no iba a haber más problemas. Pero ellos se negaron. Con todo el enfado del mundo, me fui escaleras abajo y pillé a uno a de los encargados de registrar a la gente cuando entra al estadio. Le pregunté cómo era posible que en un estadio cómo el Bernabéu y en un partido de alto riesgo cómo es una final de Copa, no se registrara a todo el mundo con total severidad, y de este modo se impidiera la introducción de bengalas o cualquier otro objeto peligroso. El hombre no supo que contestarme, porque se dió cuenta que tenía toda la razón. Enseguida vinieron los de seguridad, y me apartaron de él.
He de comentar también, que cuando yo entré al campo, hubo mucha gente que pasó de largo el registro de la entrada sin que los encargados les dijeran nada. Además, en la entrada pone bien claro que está prohibida la introducción de bengalas, y que los responsables podrán ser expulsados del recinto por los agentes de seguridad. Pero no fue el caso. Tuvimos que conformarnos con ver la segunda parte a través de los televisores interiores del Bernabéu. El Zaragoza encerró al Espanyol en su campo, pero no hubo manera de empatar el partido. Y eso que tuvimos un par de llegadas claras. En el minuto 71, un contragolpe conducido por De La Peña y finalizado por Corominas, hizo subir el 3 a 1 al marcador y de esta manera enterrar casi de forma definitiva las esperanzas mañas. En ese momento, los de seguridad que no nos quisieron ayudar, aprovecharon para mofarse de nosotros y de esta manera demostrar muy poca educación y respeto. Si la cosa estaba difícil, la expulsión de César la convirtió en una misión imposible.
Eso fue la gota que colmó el vaso de nuestra paciencia, porque una vez más los de seguridad volvieron a dejar patente su simpatía hacia nosotros. Así que en ese instante decidimos abandonar el estadio, porque ya no pintábamos nada ahí. Si hubiéramos estado en la grada, tener por seguro que al menos yo, no hubiéramos abandonado a nuestro equipo hasta el último momento. Porque las finales para perderlas, hay que jugarlas, y no siempre se puede ganar. El Zaragoza no tuvo el día y al Espanyol le salió todo. Pero a los jugadores maños no se les puede reprochar nada. Cuando Luis García marcó el cuarto para el Espanyol, yo hacía rato que estaba fuera del estadio. Me sentó fatal, pero la final para mí había acabado hacía mucho tiempo. Y todo por culpa de los radicales de siempre, y de unos agentes de seguridad lamentables.
Pd: Felicitar al Espanyol por la consecución del título copero. Pero me gustaría comentar el arbitraje de Medina Cantalejo. Cómo grabé en vídeo el partido, ayer pude verlo. La falta que da origen al primer gol me parece muy rigurosa, ya que los dos jugadores entran con el pie arriba. En Tele 5 no dieron repetición, así que me quede con las ganas de ver si realmente el colegiado acertó. Pero bueno, Medina decidió que era falta, pues vale. Lo que si tengo clarísimo, y eso que en la tele no se pararon a mirarlo, es que Tamudo arranca en fuera de juego en el inicio de la jugada del segundo gol perico. En la segunda parte, y con 2 a 1 en el marcador, Savio lanza una falta y Luis García rechaza el balón con el codo, en una clarísima "zamorana" merecedora de la pena máxima. Ya por último, la expulsión de César la veo excesiva, aunque no injusta. Si es verdad que el meta manchego estaba enojado y devolvió la bandera a la grada con mucha rabia, pero Medina se podía parar a pensar que en ese momento los nervios están a flor de piel, y entender la reacción del portero. Además, me gustaría preguntarle al aficionado que arrojó la bandera, el porqué de su acción. Fue un acto de provocación, que no venía a cuento. También me gustaría hablar de Iván De La Peña. Me parece un jugador fenomenal, capaz de inventarse unos pases increíbles. Pero su actitud es muy reprobable, ya que es un provocador y un teatrero. Y a mí eso no me gusta nada. Por último resaltar el partido que hizo Cani, que sin jugar a un gran nivel, fue de largo el mejor jugador del Zaragoza. De sus botas nacieron las acciones más peligrosas del conjunto maño, y derrochó pundonor y entrega hasta el punto de acabar lesionado con un esguince en su tobillo derecho. Desde aquí animar a Cani y desearle una pronta recuperación, para así poder jugar y demostrarle a Luis Aragonés que merece un sitio en la selección para ir a Alemania.
Ahora más que nunca: Real Zaragoza!

4 comentarios:

josepep dijo...

Hey Pablo. Muchas gracias de nuevo, por colgar mi artículo en tú blog. Un saludo.

Pablo G. dijo...

Es un placer

josepep dijo...

Hey Pablo. Es posible que el lunes salga este artículo en la contraportada del Periódico de Aragón. Se lo mandé, y cómo les pareció interesante, ayer estuve hablando con ellos por teléfono. Además, también saldrá mi foto. Si sale, podrás verlo por internet. A mí me mandarán un ejemplar por correo, porque aquí no sé dónde encontrarlo. Un abrazo.

Anónimo dijo...

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