Cuando Ángel ya pasó a esos vestuarios en los que yo había estado la tarde anterior, tocaba comer en los aledaños del Liberty, donde familias y amigos también llenaban los diversos establecimientos. Es algo habitual en las Islas: la gente pasa el día en torno al partido. Y el aficionado es el epicentro sobre el que gira todo en el fútbol británico. Me contaron que una vez un árbitro esperó 15 minutos para que arrancara un choque porque se enteró que por problemas en los tornos se estaba retrasando la entrada de los asistentes al Liberty. Aproveché también para fijarme en todos los detalles de un estadio coqueto, moderno y no tan grande como me imaginaba. El escudo del cisne en negro destacaba sobre el gris de la fachada principal. Los aficionados compraban el interesantísimo programa de mano en pequeñas casetas (yo no fui una excepción y al acabar de comer comprobé que la casualidad quiso que una entrevista test a Rangel fuera parte de los contenidos de ese programa) o buscaban algún producto de merchandising en la boutique oficial.
Hacía bastante frío, aunque soportable si ibas bien abrigado, como era mi caso. Eso sí, mientras, te cruzabas con un Gunner que solo iba con una camiseta de manga corta con el nombre de Henry, el ídolo que volvía esa jornada a la Premier.Otro valor añadido para que aquella tarde fuera especial, ya que en mi única visita al Emirates el francés ya vestía la elástica del Barça, aunque sí pude disfrutarlo en el Bernabeu, cuando un gol suyo hizo que el Arsenal eliminara al Real Madrid de la Champions. Pese a la hora y el cielo semi despejado, la humedad se notaba sobre todo al cruzar el puente que hay sobre el río que pasa cerca de una de los laterales del estadio.
Faltaba media hora cuando entré al campo acompañado de una música puramente ‘brit’ que ya me ayudó a empaparme de ese ambiente que uno encuentra únicamente en un campo de los inventores del deporte rey. Mi sitio, detrás del banquillo de Wenger, era idóneo para captar todos esos detalles futbolísticos que se escapan al otro lado de la TV o en un asiento en lo alto de la grada. Gritos de los entrenadores, el sonido de los golpeos de balón, percibir esa intensidad en el juego o esa altísima velocidad en la circulación de balón…Estas dos últimos aspectos fueron los que más me sorprendieron. Ni por televisión ni en lo alto del Emirates lo percibí tanto como ese día casi a ras de césped.
En los prolegómenos, ya percibí el orgullo patrio, con dos hileras de niños haciendo el pasillo a los dos onces titulares con banderas del País de Gales, y con el espectacular cántico de su himno que hacía temblar el cemento bajo mis pies.
Arranca el partido. Consigo distinguir a través del cristal del banquillo a Almunia, Rosicky, Chamberlain y Henry en el banquillo visitante, y Wenger se pasa todo el encuentro de pie, dando órdenes y quejándose bastante de algunas decisiones arbitrales o errores de sus jugadores. Me sentía raro: soy gunner desde que tengo uso de razón, pero mi sentimiento hacia los ‘swans’ ha ido creciendo tanto que ese día me decanté por los locales. ¡Quién me lo iba a decir! Yo en un partido del Arsenal con el corazón pidiéndome un resultado en contra. Entonces, llegó el 0-1 muy temprano y pensé que habría goleada justo el único día que no quería, con la de decepciones que me ha dado el conjunto del norte de Londres en los últimos años. Pero poco a poco el Swansea le fue robando el balón a su rival. Que llegara pronto la igualada de penalti ayudó a que el choque cambiara de rumbo.
Curioso es que en 2003 el club gunner era el líder de la Premier mientras que el Swansea era último de la League Two, la cuarta y última categoría profesional inglesa, es decir, eran primero y 92º en el ranking profesional. Una década después, la diferencia en puestos se cuenta con los dedos de la mano y el estilo futbolístico de ambos es un placentero oasis en el tradicional kick&rush directo de las Islas. Y en ese duelo entre estandartes del ‘passing game’, el modesto representante galés salió victorioso en el resultado y en las formas. Histórico.
Ni saliendo la vieja artillería –Henry y Rosicky- pudo el Arsenal sacar algo del Liberty, pese a haberse adelantado muy temprano y a lograr empatar a 2 después. Henry mostró sus galones en cuanto piso el césped, mandando al capitán goleador Van Persie a la banda para ocupar él la posición de 9. Eso hizo que Rangel apenas tuviera unos pocos duelos con el mítico jugador francés.
La hinchada londinense trataba de empujar con sus ánimos desde el fondo de la portería donde atacaba su equipo en la segunda mitad, pero no podían con los atronadores cánticos galeses. Yo ponía los ojos en el césped pero mis oídos capturaban en estéreo aquel espectáculo de las gradas al que asistía boquiabierto. Rangel me comentó al final del partido que había sido el encuentro con mejor ambiente desde que él llegó al club en 2007. Me sentí un privilegiado por haber tenido esa suerte. Además de por el detalle que tuvo Ángel de saludarme y hacerme un gesto -capturado en el siguiente video- cuando salía del terreno de juego al final del vibrante encuentro.
Los familiares y el entorno de los jugadores esperamos tras el final en una sala amplia, situada en la primera planta, donde los televisores ofrecían imágenes del histórico Swansea 3 – Arsenal 2. Después, subí al segundo piso en ascensor junto a familiares de Ángel, tras saludar a Britton en una de las rectas cubiertas con moqueta roja que conecta las diversas salas del estadio. En una amplísima de ese segundo piso, decenas de seguidores hacían cola para que Rangel, Dyer y Lita les firmaran o se hicieran fotos con ellos. Lo dicho, el aficionado allí es lo primero y el club lo cuida. Pensé en cuanto tenían que aprender las entidades españolas justo cuando el televisor que había detrás de los tres jugadores del Swansea ofrecía el inicio del Sporting-Málaga. Se me había olvidado por completo que jugaba mi Sporting. En unos segundos, comprobé los once elegidos de Preciado y luego ya abandonamos el estadio, con otras cuantas paradas en el recorrido hasta el coche para que Ángel atendiera a los fans.
Del resultado del Sporting, me enteré en una céntrica calle de Swansea. Vi la alegría de los jugadores y de El Molinón tras el gol de Trejo. Estaba esperando por la cena que habíamos encargado. Enfrente, Sinclair cenaba con unos amigos en un restaurante con una normalidad absoluta. La gente debe estar acostumbrada a verlos a menudo. Después, recorrí las desérticas calles de la ciudad en medio de una noche profunda. Al día siguiente tocaba madrugar para deshacer el camino por carretera hasta el aeropuerto de Bristol. Me fui encantado con el fútbol inglés y con el Swansea, agradecido a Orlandi, Rangel y sus seres cercanos –especialmente a Xavi-, y sabiendo que echaría de menos aquella localidad galesa. Y en mis últimos segundos antes de entrar al aeropuerto, me despedí con una broma en inglés de la persona que horas después trasladaría a McEachran: “me voy de Swansea sin que me haya llovido en tres días y habiendo visto perder ¡UN! balón a Britton, ¡qué es esto!”. Nos sonreimos y fui matando las horas de espera leyendo uno de los libros deportivos que compré allí y pasando páginas de la prensa inglesa, con Ángel en el once ideal de la semana en la sección de deportes de uno de aquellos diarios. Así acabó mi historia, de la que no he contado todo lo vivido pero sí he vivido todo lo contado.
7 comentarios:
Menuda pasada, sin palabras.... Un saludo
Sin palabras me quede yo. Espero haber sabido transmitir parte de lo que viví, aunque me hubiera gustado haber tenido más tiempo y espacio para contarlo en este post.
Gracias, SilverLg
Que grande Pablo, impresionante esa vivencia, mi más sincera enhorabuena, es un placer imaginarnos lo que has vivido, contado en primera persona y de la forma que lo has contado.
Gracias Pablo
Gracias Sagrox por seguir tan de cerca el blog y el Swansea Post.
grandeeee, muy bueno, que valientes sois a mi me daría yuyu hacer esos viajes pero creo que es lo mejor
Preciosa experiencia, que transmite tu preciso y cercano lenguaje.
Bye
ufff, como nos documentas. muy bueno!!!
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