15 julio 2014

Artículo: La White Star Line de Gijón

-Colaboración con Golaverage


La White Star Line es la compañía que pasó a la historia por los siniestros de dos de sus transatlánticos principales: el Titanic en 1912 y el Britannic -una versión más moderna del anterior- en 1916. Anteriormente, ya habían tenido colisiones o tragedias similares al menos otras cuatro embarcaciones de esta naviera. Por mala suerte -dicen- en unos casos, por circunstancias adversas externas en otros, por errores propios en el resto... Sea como fuere, los negativos desenlaces se plasmaron desafortunadamente en las enciclopedias.

Un siglo después, resulta complicado no encontrar similitudes con el Real Sporting de Gijón. Las colisiones deportivas y los naufragios económicos se han sucedido en las últimas dos décadas. Con la salvedad de un lustro de milagrosa travesía comandada por el capitán más Preciado, cuya hoja de ruta compartía con las manos De Dios. Es cierto que a aquellos 'capitanes' los escogieron los dirigentes, los mismos dirigentes a los que aplaudí hace meses por la semana fantástica de renovaciones, los mismos a los que entendí con su decisión de hacer caja con uno de los dos buenos laterales zurdos que había entonces en la plantilla (coincidí, además, con la elección de quien salía y quien se quedaba) y los mismos a los que, rebuscando con esmero, hay que reconocer alguna decisión más en los últimos años.

No desearía más algo que, a partir de ya, tuviera que aplaudirles cada semana. Así he hecho cuando se ha merecido y así volveré a hacer. Lo digo con total sinceridad. Nada sería mejor para el Sporting. Pero su balance económico y deportivo es escandalosamente negativo, ya sea por mala suerte, por circunstancias adversas externas o por errores propios. Que cada uno le ponga porcentajes a cada excusa. Independientemente de cuales sean, creo que aplaudir o mirar hacia otro lado ahora es ser cómplice de un camino que conduce a una situación que el sportinguismo podría lamentar eternamente.

Al margen de aciertos o fallos, a día de hoy nadie siquiera ha comparecido para dar explicaciones y hacer autocrítica. Y de nada sirve haber cambiado alguna pieza si el conjunto forma el mismo puzzle. Por balances mucho menos negativos que el de parte de los actuales dirigentes se han ido entrenadores, directores deportivos, jugadores e incluso presidentes. En su mayoría, posiblemente, con justicia. Porque el fútbol es presente y no entiende de pasado. Si no ha importado haber sido un entrenador milagro o el presidente de la época más gloriosa del Sporting, no parece haber escudo que resista 30 millones de euros de deuda o cuatro campañas en Primera de las últimas diecisiete. ¿Cómo puede soportar esto la misma afición que sentencia a un centrocampista en menos de 14 partidos? La incertidumbre ante lo que pueda traer una verdadera renovación nunca será peor que lo que ha deparado la larga experiencia de muchos años de inmovilismo.

El dueño, y parte de la afición y la prensa, cual orquesta del Titanic que siguió tocando hasta que no hubo público para el que actuar, solo miran al campo. Confíemos en que no llegue un día en el que no haya jugadores a los que mirar. ¿Os imagináis que la White Star Line hubiese decidido repetir la misma ruta, en la misma época año tras año, con el mismo capitán, convencidos de que el mismo transatlántico no chocaría con otro iceberg y con la única esperanza de que vayan cambiando las circunstancias, los pasajeros y algún miembro de la tripulación?

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