---Colaboración con www.martiperarnau.com
Manolo Preciado Rebolledo es un gran entrenador pero sobre todo es una gran
persona, un torrente de ilusión tan ausente de rencor como lleno de bondad. Es
auténtico y sencillo, sin importarle quien tenga enfrente; un optimista
exagerado, que no permite que ningún obstáculo de la vida se convierta en un
muro demasiado alto de escalar; un ser humano cercano, amable y que siempre
tiene una sonrisa por delante para directivos, jugadores, prensa o aficionados.
Es paradójico que alguien con un corazón tan grande precisamente nos deje
porque el mismo haya dejado de latir. Desde que me sobrecogió la noticia, ni
quiero ni puedo creerme su muerte, de ahí que en mi recuerdo y en el inicio de
este texto, posiblemente el más difícil que he tenido que escribir hasta ahora,
todo lo que concierne a su figura se conjugue en presente.
No concibo que mi último mensaje no vaya a tener su respuesta, que yo no
vaya a despejar jamás la duda que tenía anteayer (si el Villarreal se adaptaría
más a su estilo o si sería él quien se amoldaría más a las características del Submarino
Amarillo), o que el sportinguismo no vaya a experimentar jamás lo que
supone verlo sentado en el banquillo visitante de El Molinón. Pero, sobre todo,
lo que no entiendo es que la vida pueda ser tan cruelmente injusta con uno de
los más justos. Pienso en su familia, sobre todo en Manu, a quien su padre
arropó tras perder a su hermano, a su madre y a su abuelo; y me imagino a
Manolo diciéndole desde el cielo a su hijo que tiene que contar hasta diez y
luchar por los que siguen a su lado… porque mañana saldrá el sol, su frase por
excelencia.
Mi admiración profesional y ante todo personal por Preciado arrancó en
diciembre de 2005. Creo recordar que era lunes y que su Racing iba a visitar al
Real Madrid. Siendo yo aún más principiante que ahora en el periodismo, me
atendió apenas 48 horas antes de jugar en el estadio merengue con la misma
amabilidad que lo hizo siempre, exactamente con el mismo privilegio que
concedía a los gurús de este mundillo. Yo le dije que estaba convencido de que
ganarían a los Galácticos como contraprestación a haberme tratado tan
bien. Y así fue.
Meses después, llegó al Sporting y cumplió tres promesas que parecían
imposibles: devolver la ilusión futbolística a la ciudad, llenar las gradas de
El Molinón y ascender al equipo a Primera. Aún así, se sintió tan en deuda con
el cariño recibido que todavía quiso ofrecer algo más al sportinguismo. Me
refiero a tres permanencias consecutivas de valor incalculable, con momentos
inolvidables entre los que destaca finalizar una Liga en mitad de la tabla
convirtiendo una defensa que sufría goleadas en la tercera mejor del campeonato
o su nueva gesta en casa del club más rico del mundo. Ese y otros éxitos
llegaron después de levantarse unas cuantas veces. Nunca olvidaré nuestra
conversación en las entrañas del Bernabéu después de un 7-1 en contra mientras
las cámaras y grabadoras se centraban en los artistas locales. Esa semana las
críticas fueron tan feroces que le llamé para hacerle una entrevista en la que
le dije que, pese al sonrojante inicio de temporada, yo estaba convencido de
que el Sporting se salvaba. Ese día el titular de sus declaraciones fue :“Algunos
se la comerán doblada”. Y así fue. No lo dijo desde el odio o la venganza
sino como mensaje motivador hacia su grupo, el mejor del mundo para él. A los
suyos los defendía como nadie, de su entorno tiraba con la fuerza de un
gigante, en ellos creía incondicionalmente.
En una vida ideal, Manolo hubiese podido entrenar al Athletic de Bilbao, uno
de sus deseos profesionales. En ese universo paralelo perfecto, hubiera tenido
la oportunidad de dirigir a un equipo inglés o de retirarse feliz para viajar
por medio mundo, una de sus pasiones. Y en el mundo utópico de muchos
sportinguistas la etapa de Preciado en el banquillo gijonés jamás hubiera
tenido fin. Ahora aún será mejor: se ha convertido en su entrenador eterno. Manolo
Preciado, uno de los nuestros.
-Fotos: El Comercio
Me siento identificado, no lo sabría describir y transmitir con la misma precisión, pero me alegro que lo hagas así, porque los que lo lean, lo subrayarán.
ResponderEliminarUn saludo, y confío que algún día entendamos mucho de lo que en este precioso Hogar no alcanza nuestro intelecto a comprender...
Vidalín
Sólo por este artículo ya le pongo un 10 a tu blog, Pablín!! Un abrazo muy fuerte y Puxa Soprting siempre!! Adrian
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