Ángeles y demonios

Me gusta el fútbol. Miento: me apasiona el fútbol. Por eso, me encanta disfrutar como espectador neutral de la exhibición de juego que dio el Barcelona en la final de Copa, especialmente en la segunda mitad. No me gusta que Caparrós dijese en la previa que irían al límite del reglamento, sabedores de que los jugadores culés no meterían la pierna para no arriesgar perderse la final de la Liga de Campeones. Me gusta que sus futbolistas ofrecieran un despliegue físico hasta que el cuerpo aguantó pero sin que apareciese la dureza pregonada por su entrenador.

Me gusta que las aficiones confraternizaran y los seguidores bilbaínos ovacionaran a sus jugadores pese a haber sido inferiores al mejor equipo del momento. No me gusta que Touré Yayá hiciese el corte de mangas al marcar su tanto. Me gusta que Eto'o pidiese perdón a ese sector de la grada instantáneamente y que luego el camerunés se pasease con una chapela y la ikurriña. Me gusta el amor por la tierra de ambas aficiones, con banderas de sus regiones. No me gusta el nacionalismo exaltado y los silbidos al himno nacional (creo que ambos se morían por ganar la Copa del Rey de España, menuda contradicción). Tampoco me gusta, por falta de respeto al título (Copa del Rey de España) y a los aficionados culés no catalanes, que en la camiseta conmemorativa pusiera 'Rei de Copes' en catalán.

Me gusta que Bojan haya tenido un día de gloria en un año tan complicado para él (es un pedazo de futbolista). Me gusta que haya triunfado el juego de toque frente al despliegue físico (al final, el que se tiene que mover y a gran velocidad es el esférico). No me gusta que TVE pasase por alto el famoso momento del himno. Me gusta que dos clubes con tanta presencia de las canteras estén en los más alto de un torneo. Me gusta que triunfara el estilo de juego del Barça pese a sus bajas o el exigente calendario y también me gusta que a Guardiola le vaya tan bien. Y que demostrara que algunos mitos son falsos: por ejemplo, lo aconsejable de concentrar a un equipo en la previa de un choque importante (el Barça tuvo la tarde anterior libre y viajó el mismo día de la final).

Lo dicho, me encanta el fútbol. Más como espectador neutral. Cuando el Sporting está por medio, uno ya está más atento al resultado, al menos en los partidos decisivos. Es el caso de mañana, aunque antes tiene que pinchar Osasuna. Qué cosas desea uno cuando ya no es neutral. No sé si es eso es bueno. Me gusta que todo el sportinguismo se vuelque con el conjunto gijonés hasta el último minuto de la campaña a pesar de sumar 1 punto de los últimos 24. Por 90 minutos no querré ver espectáculo, ni disfrutaré del gran Málaga (menudo campañón), ni siquiera disfrutaré si el Sporting va ganando. En ese supuesto, sólo respiraré cuando el árbitro pite el final. Qué cosas desea uno cuando ya no es neutral.